Escrito por: Hugo Piña
domingo, 27.11.2016
Alejado de las continuas críticas hacia su estilo de juego y que de manera constante se vierten sobre José Manuel Aira, en el día de ayer el técnico berciano volvió a asumir los galones de una entidad que espera y esperará lo máximo de su capitán; es decir, del entrenador.
Comedido como nadie, pausado como el silencio, Aira comienza a darle brillo a un equipo que poco a poco va amalgamando los remaches del conjunto se espera ver en no mucho tiempo.
Lecturas e interpretaciones, José Manuel Aira siempre alude a cuestiones de contenido para seguir elaborando un equipo como este Albacete Balompié. Un Alba por cierto, que ayer realizó una oda al fútbol y que su capitán -Aira- leyó a la perfección.
Seguramente el encuentro estuviese condicionado desde la expulsión del rival, si bien el Alba hay que recordar, ya ganaba en ese punto al que algunos intentan achacar la pasmosa facilidad con que el cuadro manchego se llevó el choque.
Pero lo cierto es que lo que interpretó el entrenador visitante ayer en el Salto del Caballo fue un partido de diez; es decir, no se amilanó ante la presión ejercida por el rival y supo sacar rédito de la verticalidad y combinación de sus chicos. Enorme la capacidad con la que ayer Aira dotó al equipo, disponiendo a un Eloy Gila que incluso debería jugar más.
Solidificado bajo el yugo de una defensa que no concede ni un milímetro para con el rival, ayer el equipo manchego aireó las armas que posee con una capacidad anotadora propia de un ‘grande’ como Madrid o Barça.
Y lo mejor de todo (si es que sigue habiendo algo mejor que ganar 0-6 en casa del vecino) fue la tremenda ambición con que Aira y los suyos plantearon el partido. No se cansó el equipo de marcar ni se vino mentalmente abajo por la felicidad que su juego mostraba; increíblemente el equipo mostró una capacidad de ser incombustible que ofrecerá a toda la afición la oportunidad de seguir creyendo en este infatigable obrero del fútbol.