Escrito por: Bienvenido Picazo

domingo, 19.07.2020

Y yo que ya había guardado en el armario del fracaso las bufandas, camisetas y otros enseres delatores de mi fanatismo, de repente me encuentro con el partido del siglo, cita que nos reconcilia con lo que nunca dejamos de querer, pero que nos devuelve al altar de los sacrificios, el sufrimiento y el desasosiego. En buena hora.

Lo de la última jornada es para analizar tranquilamente, lo tranquilamente que se pueda dado que vamos a escape y contra el reloj. El Real Zaragoza ha dado un bajón extraño, pero un bajón que lo deja muy tocado para las eliminatorias por el ascenso, masde ninguna de las maneras le quito mérito alguno a una primera parte del Alba brillantísima, tanto que uno no se explica cómo no hemos jugado así antes. No digo que estuviésemos primeros, pero sufriendo como lo estamos haciendo, de ninguna de las maneras.

Y esas estamos cuando, por fin, llegamos al final del trayecto, viajando a Cádiz con la reserva exhausta, pero todavía vivos. Nos espera el líder, que a buen seguro, lógica y deportivamente, querrá asegurar el título honorífico de campeón de Segunda. Nuestros rivales y compañeros de fatigas, ya les digo yo, que van a ganar todos, con lo que un empate no nos servirá de mucho. Ya vimos que la penúltima jornada nos deparó resultados adversos, con lo que es absurdo mirar otros campos. La cita gaditana, sí es una final.

Tengo para mí, que sería más fácil subir el Everest en bicicleta que salvar la categoría, pero ya se sabe que en fútbol nada está escrito y que un penalti, VAR mediante, una expulsión o la consabida lesión, pueden decantar el partido. Ojo, todo eso a favor o en contra, pero basta recordar la chirigota de penalti, con la cual se nos castigó el año pasado en el Carranza, para que nos entren sudores fríos. Observo con cierta rabia que cuando mejor jugamos, los árbitros nos castigan más.

También es una fatalidad que este año, no basten cincuenta puntos para mantenerse. El año pasado fueron suficientes cuarenta y siete; del mismo modo que los setenta y uno que sumó el Alba, este año le habrían servido para ser ya equipo de Primera. Parece que nunca llegamos a tiempo, caramba.

Ya no tiene mucho sentido llorar por la leche derramada, quedan noventa y pocos minutos de último esfuerzo y todo habrá acabado. Insisto, doy por bueno este último sufrimiento, porque hace semanas que no confiaba en llegar a la última jornada todavía con oxígeno. El oxígeno, por cierto que me falta cada vez que me pongo frente al televisor. Y eso, que no siempre tengo el coraje suficiente como para aguantar sentado en silencio o sin hacer zapping.

Sacaré todo mi ajuar albacetista por última vez este año, montaré mi capillita y a rezar, y ¡a sufrir!

Que Dios reparta suerte y nos sonría. Ya toca.