Escrito por: Hugo Piña
viernes, 30.12.2022
Vaya por delante el reconocimiento a estos dos gallegos que han hecho historia en La Mancha. A muchos kilómetros de su tierra y en un 2022 que será recordado por el albacetismo con gran cariño. Se acaba un año natural que muestra el gran trabajo que se viene haciendo desde las oficinas hasta el césped del Carlos Belmonte.
Rubén de la Barrera hizo algo que pocos entrenadores han conseguido en la categoría de bronce. No debe ser fácil dirigir un Club con un único objetivo como el de regresar al fútbol profesional. Ahí están los ejemplos de grandes entidades que fracasan en el intento. Y De la Barrera, con sus pros y contras, lo consiguió. Vaya por ahí el reconocimiento.
El coruñés siempre mostró un carácter peculiar. Con el entorno y con los medios que dan difusión a la actualidad del Alba. Sus argumentos y respuestas mostraban cierta fricción en un discurso que por otra parte iba implícito en Rubén. Para bien y para mal.
Eso sí, y que nadie se lleve a equívoco, nunca negó una foto con un aficionado ni dijo ‘no’ a una entrevista. Siempre fue profesional y desde luego esto es algo que cumplió hasta en su Riazor natal. Rubén merece el mayor de los reconocimientos.
El argumento futbolístico de De la Barrera sin embargo no fue comprendido al 100% en La Mancha. Costaba ver como el equipo sobaba la pelota y como el sello del Albacete, sobre todo en partidos a domicilio, mostraba carencias. De ahí la herida abierta que en Andorra fue imposible de suturar.
El final de liga regular fue precisamente regular: un suplicio en toda regla. Desde el equipo, que no parecía mostrarse entonado hasta la afición, que quizá mostró su desacuerdo con el mismo antes de conocer el capítulo final. Pero así es el fútbol contemporáneo de hoy en día. Para lo bueno y lo malo.
De Rubén a Rubén. De Coruña a Vigo. Con Riazor de por medio. Y todo desarrollado en La Mancha, con Don Quijote como juez y parte.
Reconociendo una vez más la labor de Rubén de la Barrera, hacemos alusión a Rubén Albés. No se equivocaba quien lo firmó. No erraba en sus parámetros cuando Alfonso Serrano optó como recambio, y consabida la situación en el Belmonte, para firmar a Albés.
Y eso que De la Barrera y Albés parecían una fotocopia. No porque fueran de la ‘tierriña’, si no por la búsqueda de un estilo propio con el Belmonte por medio.
Rubén Albés llegó al Alba a sabiendas de lo que había ocurrido, prevenido por el carácter de la afición y su entorno pero sobre todo por la ilusión de Club que existía. Y con todo, con el segundo menor presupuesto de la categoría, optimizó sus recursos para mostrar que a veces, en el fútbol, no ganan los más guapos.
Buscando ser ‘canallas’, Albés y Serrano construyeron un equipo que ilusionó al albacetismo, a la ciudad y que por momentos hacen soñar con algo más que la permanencia. El objetivo es mantenerse en el fútbol profesional. Que otra cosa iba a ser para un Club que entre 2011 y 2021 ha descendido hasta en tres ocasiones a la división de bronce.
Con la ilusión por bandera y con la hoja de ruta bien aprendida, Rubén Albés formula un sino que quien sabe si por fin será de oro. Al menos que sea de plata, cuestión que este histórico Albacete Balompié, como mínimo, se merece. Albacete y los albaceteños ven como su equipo se distingue como antaño. Quizá no sea el ‘Queso Mecánico’ pero sí una etapa dorada. Sería algo muy merecido después de tantos sinsabores que además ahora se ve reconocida social y laboralmente con la renovación de Albés hasta 2025.