Escrito por: Bienvenido Picazo
lunes, 17.07.2023
Dicen los que se arrogan la sapiencia futbolera, que la picaresca es la madre de todas las batallas, que el fútbol sin los pícaros perdería mucho, que la polémica es la sal de la semana tras los partidos y, un montón de bobadas más. Los que abogan por estas marrullerías, porque la picaresca, no deja de ser eso: pura y dura marrullería; curiosamente no suelen decir que hay equipos que, en caso de duda, siempre se ven beneficiados por estas picardías.
No hablemos de los periodistas y comentaristas de toda laya, que ensalzan con idiocia, hasta el ditirambo, cuando uno de estos pícaros, corta un contragolpe con un agarrón, o simula una lesión o, en fin, tira de juego sucio y, eso que los cartelones publicitarios (cada vez, menos publicitarios y más portadores de sospechosos mensajes), están llenos de “Fair-play” y majaderías por el estilo, que nadie cumple. A no ser, claro, que el juego limpio y la picardía, sean sinónimos. Todo puede ser.
Viene esto a colación de que los organismos que controlan todo: Uefas, Filfas y todas sus cohortes de federaciones, que están, como todo el mundo sabe, muy por encima del bien y del mal, que hacen caso omiso de los códigos penales nacionales y, que tienen su sede en Suiza, les cuesta Dios y ayuda, modificar cualquier norma para dinamizar un producto que no está envejeciendo demasiado bien.
Los poderosos, ya se sabe, son muy celosos y no quieren compartir con nadie sus prebendas y privilegios, de ahí que el VAR, tardase tantísimo en implantarse y mucho más va a costar que se aplique decentemente. Con todo el desarrollo tecnológico implantado, todavía no se entiende bien que no se pare el reloj cuando el balón no está en juego. Yo defiendo que los partidos tengan una duración de treinta o treinta y cinco minutos, pero que, como hacen otros deportes (incluido el rugby), el cronómetro se pare, sistemáticamente, cuando la pelota no esté en juego. Hay un montón de árbitros, sala de televisión, toda una legión de personajes que deambulan por los estadios y el fútbol, sigue con los descuentos a ojímetro. Cualquiera sabe, que estas mediciones, suelen decantarse a favor de los mismos que reparten el alpiste entre los pequeños. Los asistentes, aparte de correr la banda, para no tomar ninguna decisión ni contradecir al árbitro ¿no deberían tener un papel más importante? Los del VAR ¿no podrían también apropiarse del cronómetro oficial y parar el tiempo cuando un equipo está celebrando un gol con tranquilidad o un tío se tira para levantarse al cabo de tres minutos tan campante -sin amonestación, claro-?
Los partidos durarían más o menos lo mismo, pero con la salvedad de que los pícaros, se lo pensarían dos veces, puesto que sus acciones, no tendrían la más mínima trascendencia.
Esta página -que no lee nadie-, está hecha para estos desahogos, o sea, que nadie se alarme; sin embargo, debemos estar preparados para volver a ver y sufrir las mismas triquiñuelas de siempre, eso sí, para más escarnio, transmitidas en directo. Volverán a provocarse penaltis que los periodistas juzgarán como inteligentes y, los pequeños, tendremos que buscarnos la vida, para tratar de no ser humillados, como viene siendo habitual, desde la noche de los tiempos.
No sé para qué tantas pantallas, ni tantas gaitas, si al fin y a la postre, los cambios se producirán a cámara lenta y seguiremos aguantando las letanías de las insoportables pérdidas de tiempo.
Si la mentira, no tiene castigo en política, ¿por qué ralentizar, hasta la desesperación, un partido de fútbol, habría de tener menos premio?
Lo dicho: voy a seguir con los pies metidos en la palangana, predicando en el desierto.