Escrito por: Bienvenido Picazo
lunes, 15.01.2024
Se necesita algo más, bastante más que una explicación simplemente futbolística, para explicar lo que le sucede a nuestro Alba. En Valencia fue capaz de repetir el guion habitual, renacer de sus cenizas y finalmente morir ahogado en la orilla. Podemos buscar mil reproches, otras tantas excusas y todos los matices que ustedes quieran, pero es difícil hacerlo más complicado.
El Levante UD respiró más que aliviado cuando el árbitro pitó el final y se dio cuenta de que había salido vivo ante un rival que no mereció tan cruel derrota. El Alba, volvió a vender carísima su piel, pero volvió a perder.
He dicho en el título que no creo en curanderos, pero quizá sí en el mal de ojo, porque sólo así se explica que al Alba le marquen en tantísimas ocasiones, que cada error nuestro nos cueste un gol en contra y que, nosotros para embocarla en el agujero contrario, necesitemos rozar la perfección mil veces. Insisto: creo que algo no estamos haciendo bien, pero estamos hartos de ver a equipos vulgares jugar de aquellas maneras y sacar sus partidos adelante. No digo que sea el caso del Levante, pero no me negarán que se llevó un partido que no mereció, eso indica que o son más pillos o tienen más suerte, o simplemente que han cogido una buena racha y les sale todo.
Dije que, si perdíamos con dignidad, no saldríamos heridos y me reafirmo, porque después de conseguir un inesperado empate, el Alba siguió buscando el triunfo. A mí me gusta ver a mi Alba en este plan, casi suicida, pero romántico a más no poder; de sobra sabemos que el romanticismo no da de comer, pero es un placer ver a los nuestros jugar con tanta alegría. Y digo más, es imposible que tanto empeño por el buen gusto, no se vea recompensado, lo único que hay que hacer es seguir pacientemente laborando con sinceridad.
No es casualidad que el público desplazado, volviese a despedir a los suyos, o sea, a los nuestros, con aplausos y felicidad, cual si hubiesen obtenido un triunfo incontestable. La gente está feliz, porque la alegría que transmite el Alba, no la mitiga un poste esquivo ni un golpe de fortuna del rival.
Esta vez el público no se equivoca, prefiere morir con honra que ganar con tristeza. Nos quedamos con la habitual cara de tontos, pero menos, porque todos sabemos, incluidos los levantinistas que el Alba merece estar mucho más arriba. Aplaudían más los derrotados que los ganadores, esta imagen es el vivo reflejo del actual estado del albacetista medio. Duele perder, pero las maneras son importantes y las sensaciones son buenas.
No, no es buscar consuelo, es constatar la realidad, se hizo un partido para ganar, pero se perdió. Visto lo visto, habrá que tratar de no caer en derrotismos y esperar a agarrar una racha más respetuosa con el buen fútbol, que sigue demostrando que es un deporte cruel.
También, claro está, habrá que ajustar algunos despistes y rogar porque el VAR funcione más de la cuenta, no quiero llorar, pero es cierto que al Alba se le juzga mucha cicatería.
Lo más importante de todo es que ni el plantel ni la afición perdamos la ilusión o la esperanza, si seguimos creyendo en nosotros más pronto que tarde, veremos la vida de otro color.