Escrito por: 5 más el descuento
sábado, 28.09.2024
Por Ángel Galdón
Uno de los problemas cuando voy a Old Trafford con mi suegro es que Oli se pira del estadio en el minuto 85. No es cabreo, que podría, sino que si vas en coche, tienes que salir cuanto antes para no quedarte en la A56 hora y media y, si vas en tranvía, para no hacer cuarenta y cinco minutos de cola. Oli tiene las patas más largas que una farola y esprintar por el aparcamiento del Teatro de los Sueños es para mí una pesadilla, así que eso de evacuar el templo rápido lo llevo regular.
Anoche, cuando el Deportivo de la Coruña anotó su cuarto gol en el minuto 80 grandes grupos de albacetistas desfilaron por las escaleras del Carlos Belmonte. Esto, a su vez, ha enfadado a otro sector del albacetismo que se quedó en el estadio hasta el final y el debate en redes del día siguiente me ha recordado una albaceteña historia sobre enfadarse y marcharse.
Hace unos años estaba liado con un proyecto y, como no me daba tiempo a ir a casa a comer a medio día, opté por ir a la panadería Cristina a comprar un bocadillo de jamón para llevarme a la oficina. Delante de mí iba un tipo cuarentón con semblante muy serio y en el mostrador cacareaba una señora mayor. Como era medio día, la panadería se llenó rápido de gente, pero, además, la cosa se atascó porque la señora hizo la típica jugada de ir pidiendo mil millones de cosas para el resto de la semana: unos rollos de vino, unas empanadillas para los nietos, ese pan no que no está bien cocido, otro mejor, un trozo de bizcocho, no, tanto no, un poco menos, así, venga, etc. Allí estábamos los impacientes, como brokers de la City de Londres, cuando el cuarentón temerario agotó su paciencia y le espetó a la señora:
– Yo que sólo venía a por una barra de pan, ¿va a pedir usted algo más?
La señora se volvió, le miró de arriba abajo y le contestó:
-Sí: lo que me salga del coño.
Ese día, además del bocadillo de jamón, me llevé una gran lección. Digieran bien ustedes la mano.